Documental de la DW: Alemania: ¿el burdel de Europa?
- Prensa Empoderame
- 10 sept
- 5 Min. de lectura
En 2002, Alemania tomó una decisión que aún afecta a toda Europa: legalizó la prostitución y la definió como un “servicio sexual”. Lo que se presentó como un paso hacia la dignificación de las mujeres se convirtió, en realidad, en la apertura de un mercado de escala industrial para proxenetas y tratantes. Lejos de reducir la violencia, la legalización normalizó la explotación y multiplicó el poder económico de una industria que se alimenta del cuerpo de mujeres migrantes, pobres y vulnerables.
Un documental de DW Documental expone con crudeza las consecuencias de esa política. Con testimonios de sobrevivientes como Vivien y Christina, y con la voz de expertos como Helmut Sporer, un excomisario de la policía alemana en el área de prostitución y trata de personas, se muestra lo que desde hace años advierten las organizaciones feministas: la prostitución como trabajo no trae derechos, sino nuevas formas de violencia e impunidad.
La ficción de la “libre elección”
El argumento oficial de la legalización partía de una ficción: que las mujeres que se prostituyen lo hacen voluntariamente y que son todas mayores de edad. Pero los testimonios desmienten esa ilusión.
Vivien, que trabajó como acompañante y dominatriz, llegó al circuito no por libre elección, sino desde una adolescencia marcada por la violencia sexual, la pobreza y el anhelo de reconocimiento masculino. Pronto descubrió que los clientes no le ofrecían libertad, sino rechazo, humillación y síntomas físicos de agotamiento. En 2022 logró salir y hoy acompaña a otras mujeres desde la asociación Sisters.
Christina fue prostituida por su propia madre, atrapada en un ciclo de drogas y explotación. Conoció la brutalidad de la calle, los burdeles y las casas de citas. Logró escapar en una acción relámpago, pero el sistema la arrastró de nuevo. Solo tras un segundo intento consiguió salir y hoy vive con su hija en un centro de acogida. Sus cicatrices, como las de Vivien, son la prueba de que la prostitución no es un espacio de libertad, sino un entorno de violencia repetida.
Estas historias revelan la contradicción del discurso alemán: mientras se habla de “trabajo sexual”, las mujeres viven coerción, trauma y enfermedades.
La fachada de la legalidad
Alemania, con su red de burdeles, casas de citas y megaburdeles, se convirtió en lo que muchas activistas llaman “el burdel de Europa”. Allí llegan mujeres de Europa del Este, África y América Latina, engañadas por promesas falsas o directamente forzadas.
La prostitución legal ofrece a los tratantes un disfraz perfecto: pueden registrar negocios, pagar impuestos y operar con aparente legalidad, mientras encubren situaciones de coerción y trata. El documental de DW muestra que, paradójicamente, desde la legalización se abren menos investigaciones por trata. Según Helmut Sporer, no es porque haya menos casos, sino porque las mujeres tienen miedo de testificar. La legalidad no les dio protección; dio impunidad a proxenetas y compradores.
Este es uno de los efectos más perversos: al normalizar la prostitución, el Estado se vuelve cómplice de la industria proxeneta, que mueve miles de millones de euros al año.
Un fracaso que trasciende fronteras
La experiencia alemana no es un experimento aislado, es un espejo para el mundo. Países como Países Bajos, que también apostaron por la legalización, enfrentan problemas similares: aumento de la trata, consolidación de mafias internacionales y precarización de las mujeres.
En contraste, países como Suecia, Noruega, Francia e Irlanda han optado por el modelo nórdico, que sanciona la demanda, es decir a los hombres que compran sexo y protege a las mujeres. Este modelo se basa en una premisa ética: el cuerpo de las mujeres no puede ser tratado como mercancía. Al penalizar al comprador y ofrecer programas de salida, se envía un mensaje claro: la prostitución no es un destino inevitable.
El contraste entre Alemania y Suecia es evidente. Mientras el primero se convierte en polo de atracción para redes de trata, el segundo logra reducir la demanda y enviar un mensaje pedagógico a la sociedad: comprar sexo es violencia.
Prostitución: violencia patriarcal, racializada y de clase
Desde Fundación Empodérame insistimos que la prostitución no es un “trabajo como cualquier otro”, sino una forma de violencia patriarcal, racializada y de clase. La experiencia alemana confirma lo que vemos en América Latina: las mujeres entran en la prostitución empujadas por la pobreza, la migración forzada, la violencia intrafamiliar y la falta de alternativas económicas.
En contextos de frontera como el de Colombia y Venezuela, la prostitución se presenta como la “única opción” para mujeres migrantes sin papeles, madres solteras y sobrevivientes de violencia. Y lo que ocurre en Alemania nos advierte de los riesgos de legitimar esa explotación bajo discursos de “derechos laborales”.
Cuando el Estado convierte la prostitución en un servicio, deja de ver a las mujeres como sujetas de derechos y empieza a tratarlas como proveedoras de un bien de consumo. El resultado no es protección, sino institucionalización de la violencia.
El rol de los medios y la voz de las sobrevivientes
El documental de DW cumple una función pedagógica: da voz a las mujeres que estuvieron atrapadas en la prostitución y lograron salir. Sus relatos permiten desarmar los mitos del “empoderamiento” y muestran que la verdadera libertad se encuentra fuera del sistema proxeneta.
Sin embargo, también es un recordatorio de que no basta con narrar testimonios: se necesitan políticas públicas que creen alternativas reales, refugios, programas de empleabilidad y acceso a la justicia. La voz de Vivien y Christina debe ser acompañada de acciones concretas para que miles de mujeres puedan salir del circuito.
Una advertencia para Colombia y América Latina
En Colombia, donde todavía se debate el enfoque a dar a la prostitución, la experiencia alemana es un llamado de atención. Copiar el modelo de legalización sería repetir los mismos errores: legitimar a proxenetas, facilitar la trata y precarizar aún más a las mujeres.
El país necesita mirar hacia los modelos que priorizan la protección y la prevención, no hacia los que industrializan la explotación. El modelo nórdico ofrece lecciones valiosas: sancionar la demanda, proteger a las víctimas, crear programas de salida y desmontar la industria proxeneta.
¿De qué lado estamos?
Alemania no es la cuna de la trata en Europa, pero sí es su epicentro contemporáneo. Es un laboratorio fallido que confirma que legalizar la explotación nunca será un camino hacia la dignidad.
La pregunta no es si la prostitución debe ser legal o ilegal.
La verdadera pregunta es: ¿de qué lado estamos?¿Del lado de los proxenetas y compradores, o del lado de las mujeres que luchan por salir de un sistema que mercantiliza su dignidad?
Insistimos en esto: estamos del lado de las mujeres, de las sobrevivientes, de quienes merecen un futuro libre de violencia. La prostitución no es destino, es violencia. Y el ejemplo alemán es la prueba más clara de que los cuerpos de las mujeres nunca deben convertirse en mercancía.
Puedes ver el Documental de DW completo aquí
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