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Privilegio, desigualdad y dignidadRespuesta a la entrevista: “Miquel Bibiloni, secretario de Relaciones Internacionales del sindicato OTRAS.

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Respuesta a la entrevista: “Miquel Bibiloni, secretario de Relaciones Internacionales del sindicato OTRAS: "Las plataformas digitales han otorgado mayor independencia a las trabajadoras sexuales"”



Sr. Miquel Bibiloni, secretario de Relaciones Internacionales del sindicato OTRAS:

Usted habla desde Europa, desde la seguridad de un cuerpo masculino que nunca ha sido reducido a mercancía.Yo le escribo desde América Latina, desde la orilla del mundo donde miles de mujeres colombianas, venezolanas, paraguayas, ecuatorianas, dominicanas, han sido traficadas hacia su continente, especialmente hacia España, Alemania y Bélgica, para sostener la industria que usted ahora llama “trabajo sexual”.


Su discurso se pronuncia desde el privilegio del varón europeo que se sabe protegido: el que no teme ser comprado, el que no vive bajo la amenaza de la demanda masculina. Usted puede teorizar sobre “consentimiento” porque jamás lo ha tenido que ofrecer para sobrevivir. Nosotras no podemos hacerlo, porque nuestros cuerpos son la mercancía que su mundo compra.


Y es importante decirlo sin rodeos: no puede hablar en nombre de las mujeres, ni representar una realidad que no habita.Su lugar en el debate es el del varón que defiende su acceso sexual, incluso disfrazado de discurso progresista. Usted es parte de una cultura que ha hecho del sexo un espacio de consumo y de poder, no de libertad.


Desde mi práctica como psicóloga y defensora de derechos humanos, conozco lo que significa la hipersexualización masculina y su vínculo con la violencia. La cultura gay contemporánea, especialmente en Europa, enfrenta hoy una crisis grave: prácticas de chemsex que destruyen vidas, explotación sexual entre pares, relaciones marcadas por la cosificación y el anonimato, epidemias de salud mental y adicciones normalizadas.

¿Y aun así pretende venir a hablarme de “autonomía sexual” y “empoderamiento” a través de la prostitución?

Esa no es emancipación. Es la extensión de un mismo modelo de dominio, ahora legitimado por el neoliberalismo sexual.


La diferencia entre su realidad y la mía es abismal.

Mientras usted defiende la regulación de la prostitución como una “opción laboral”, yo acompaño a mujeres que fueron drogadas, violadas, filmadas, endeudadas y sometidas en los mismos países donde usted hace activismo. Mujeres latinoamericanas que sostienen con su dolor el mercado que usted romantiza.Ellas no hablan de derechos laborales, hablan de cómo sobrevivir al trauma, de cómo salir de los burdeles, de cómo recuperar a sus hijos, de cómo dejar de sentir asco de sí mismas.


Y en ese sentido, su discurso que se presenta como “inclusivo”, es en realidad una forma sofisticada de violencia epistémica y política: pretende hablar por nosotras, sin nosotras.Usted no puede comprender lo que significa ser una mujer empobrecida del Sur global frente a la demanda sexual europea. No puede comprender lo que es que te pidan “naturalidad” mientras un hombre te penetra por dinero. No puede comprender lo que es que tu cuerpo se convierta en frontera, mercancía y pasaporte.


El derecho internacional que usted cita selectivamente no respalda su postura.La Convención de 1949, el Protocolo de Palermo y la Recomendación General N.º 38 de la CEDAW (2020) son claros: la prostitución no puede reconocerse como trabajo porque se basa en la desigualdad estructural y en la explotación sexual ajena. El consentimiento bajo coerción económica o bajo sistemas patriarcales no es consentimiento libre.Su insistencia en convertir la prostitución en una forma de empleo desconoce el principio de dignidad humana no negociable, pilar del ius cogens internacional.


Usted menciona a la OIT como si hubiera reconocido el “trabajo sexual” en 1998. Le aclaro: la OIT nunca ha otorgado legitimidad jurídica a la prostitución. Ninguna resolución de la OIT ha clasificado la compraventa de actos sexuales como ocupación decente o protegida.Lo que sí existe es un sistema internacional de normas que obliga a los Estados a prevenir, sancionar y erradicar la explotación sexual, y a ofrecer alternativas económicas reales a las víctimas.


El modelo abolicionista —como el francés, que he tenido la oportunidad de conocer y documentar

no criminaliza a las mujeres, sino que las despenaliza, protege y acompaña.Allí la ley sanciona la demanda, no a las víctimas. Allí se construyen rutas de salida, no burdeles.Allí la prostitución se entiende como lo que es: una forma de violencia estructural, no una profesión.


Y sobre sus críticas a organizaciones como Médicos del Mundo o Cruz Roja, debo recordarle que son entidades reconocidas por el Sistema de Naciones Unidas y la Unión Europea por su labor humanitaria y por acompañar a las víctimas de trata. Desacreditarlas es desconocer el principio de buena fe y cooperación que rige el Derecho Internacional Humanitario y los mecanismos de protección de derechos humanos.


Bibiloni:

No puede hablar por las mujeres ni usar el feminismo para justificar el acceso masculino al cuerpo femenino.No puede hablar por las víctimas desde la comodidad del varón que compra o negocia el deseo.No puede hablar de libertad mientras ignora que su libertad se construye sobre la subordinación sexual de otras.


Yo hablo desde la experiencia, no desde el privilegio. Fui una mujer recién parida, en situación de prostitución, y ni mi cuerpo herido ni mi historia le importaron al putero. Mi dolor era parte del precio. Por eso le digo, señor Bibiloni: quédese usted en su discurso, en su privilegio, en su mundo donde el deseo masculino siempre encuentra justificación. Pero no arrastre a las mujeres a ese infierno maquillado de libertad. Porque nosotras sabemos —en carne viva— que allí no hay derechos, solo sobrevivencia.


Atentamente,


Claudia Yurley Quintero Rolón


Psicóloga – Especialista en Seguridad y Salud en el Trabajo


directora, Fundación Empodérame – Mujeres EMME


Defensora de Derechos Humanos-Colombia


 
 
 

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