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Trata de personas, moda e influencers




La figura del influencer puede ser utilizada como fachada atractiva para atraer víctimas a la trata de personas.


El 4 de mayo de 2025, Ivonne Daniela Latorre Sánchez, una joven colombiana de 24 años, murió en El Cairo, Egipto, tras varios días en coma y con múltiples fracturas. Había viajado supuestamente para asistir al festival de música electrónica ZAMNA. Su familia, que dejó de tener contacto con ella desde el 26 de abril, la encontró internada en un hospital público dos días después, en estado crítico. Hasta hoy, las autoridades egipcias no han entregado un informe claro ni se han iniciado acciones diplomáticas contundentes por parte del gobierno colombiano.


¿El de Ivonne es un caso aislado?


La trata de personas con fines de explotación sexual ha adoptado formas cada vez más sofisticadas, amparadas en discursos de empoderamiento, turismo de lujo, supuesto trabajo como modelo o acompañante. Pero detrás de la promesa hay violencia, drogas forzadas, encierro, violaciones, y en muchos casos, la muerte.


El caso de Maria Kovalchuk en Dubái: otra red, mismo patrón


El 29 de marzo, medios internacionales confirmaron que la policía ucraniana abrió una investigación por trata de personas en el caso de Maria Kovalchuk, modelo ucraniana de OnlyFans de 20 años, que había desaparecido durante diez días en Dubái. Fue encontrada al borde de una carretera con fractura de columna y múltiples huesos rotos. Según su madre, no tenía documentos ni teléfono y no puede hablar tras las cirugías.


Las autoridades de Dubái afirman que cayó sola en un sitio en construcción, pero su entorno rechaza esa versión. Antes de desaparecer, Maria informó que estaba hospedada con dos hombres que decían ser promotores de modelaje. Nunca llegó a abordar su vuelo a Tailandia. Su madre ha optado por no comentar más, dado que la policía ucraniana lleva a cabo una investigación formal por trata internacional.


Este caso, como el de Ivonne, expone un patrón global: mujeres jóvenes son captadas con promesas falsas, aisladas en países con legislaciones permisivas o poco transparentes, y sometidas a redes de explotación que se camuflan como oportunidades laborales.


En Colombia: mujeres que regresan de la explotación


Desde la Fundación Empodérame, y en alianza con la organización española Amar Dragoste, hemos comenzado a documentar casos de mujeres colombianas que han sido explotadas en Europa bajo este mismo patrón.


Muchas mujeres viajan convencidas de que encontrarán oportunidades laborales legítimas o con la idea de que la prostitución en Europa es mejor remunerada que en Colombia. Sin embargo, lo que encuentran al llegar es violencia extrema, explotación y condiciones inhumanas. En los últimos tres años, Fundación Empodérame ha acompañado varios casos de mujeres retornadas desde Europa que presentan graves afectaciones a su salud física y emocional, incluidas enfermedades de transmisión sexual. Solo entre 2023 y 2025, hemos registrado al menos cinco casos de mujeres sobrevivientes de explotación sexual con diagnósticos de ETS, incluido VIH, lo que refleja la gravedad del contexto al que son sometidas y la necesidad urgente de una respuesta estatal articulada.


Amar Dragoste documentó más de 100 casos en un informe que aún no es atendido por el estado colombiano.


Una investigación reciente realizada por Amar Dragoste y el Centro de Inteligencia de Latinoamérica y el Caribe contra la Trata (CILAC), analizó casos judicializados y testimonios en España, identificando al menos 206 mujeres colombianas víctimas de trata y explotación sexual entre 2016 y 2024, con un incremento notable en los años posteriores a la pandemia. La mayoría fue captada en Colombia mediante falsas promesas de trabajo o aprovechando su situación de vulnerabilidad, frecuentemente por otras mujeres colombianas o latinoamericanas. En muchos casos, el traslado a Europa fue facilitado por redes criminales que operan como estructuras organizadas, moviéndolas entre ciudades y explotándolas bajo vigilancia, amenazas, deudas y encierro, en pisos o casas particulares.


El 95% de las víctimas fue explotada sexualmente, principalmente como escorts o en condiciones de servidumbre sexual, con una duración promedio de explotación de 9 meses y medio. La mayoría ingresó a España como turista, y su estatus migratorio fue utilizado para coaccionarlas. El informe revela además que más del 70% vivía en confinamiento, realizando entregas diarias de dinero en efectivo, y que al menos el 48% fue publicitada en sitios web especializados.


La explotación se concentró especialmente en Andalucía y Madrid, siendo Málaga el principal punto de destino. Estos hallazgos exponen una realidad silenciada que, a pesar de su gravedad, no ha sido reconocida ni abordada por el Estado colombiano con la seriedad y urgencia que merece.


Cabe recordar que el gobierno de Gustavo Petro ha promovido una narrativa que presenta la prostitución como una forma de empoderamiento, ignorando las evidencias internacionales que demuestran su vínculo estructural con la trata de personas y la violencia basada en género. Esta postura se ha traducido en la inclusión de figuras vinculadas a la industria pornográfica y a la promoción de la prostitución en cargos estratégicos dentro del Ministerio de la Igualdad, lo cual preocupa profundamente a organizaciones feministas y de derechos humanos. Normalizar la explotación sexual como una opción válida de vida para mujeres en situación de vulnerabilidad, es perpetuar la violencia y abandonar el deber del Estado de proteger a las más empobrecidas.


¿Qué estamos enfrentando?


Estas no son historias aisladas. Son la manifestación de un sistema que mercantiliza los cuerpos de las mujeres racializadas, empobrecidas y jóvenes. Las redes de trata ya no operan únicamente en burdeles clandestinos: hoy usan redes sociales, discursos de empoderamiento falso y estructuras globales de impunidad.


Detrás de cada "fiesta", "viaje", "supuesto trabajo como modelo" o "acompañamiento VIP", existe un circuito de explotación sexual organizado, con actores reclutadores que también son mujeres, muchas veces influencers que normalizan la violencia disfrazándola de lujo.


Las redes de trata de personas han sabido adaptarse a los lenguajes y símbolos de la era digital. Hoy, las redes sociales son una de sus herramientas más efectivas de captación, y las figuras conocidas como influencers cumplen un papel central en la normalización y promoción de discursos que romantizan la prostitución como estilo de vida. Muchas de estas personas —incluidas algunas que se autodefinen como referentes del empoderamiento— terminan operando como reclutadoras dentro de redes de explotación sexual, ofreciendo viajes, lujos, fiestas o cirugías a mujeres jóvenes y empobrecidas, a cambio de someterse a contextos de prostitución forzada. El caso de “Maura”, un influencer trans capturado en Cartagena por integrar una red que cobraba hasta el 50 % de las ganancias a mujeres explotadas en el Centro Histórico, evidencia cómo la figura del influencer puede ser utilizada como fachada atractiva para atraer víctimas, reforzando estereotipos de éxito que esconden estructuras criminales.


La digitalización de la trata exige respuestas urgentes que reconozcan estos nuevos métodos de captación y responsabilicen también a quienes, desde el espectáculo o la influencia mediática, alimentan este sistema violento.


El rol del Estado y la urgencia de actuar


Colombia no puede seguir mirando hacia otro lado. No hay campañas de prevención efectivas, ni respuestas rápidas desde embajadas, ni apoyo estatal para las familias. Las sobrevivientes son criminalizadas, revictimizadas o ignoradas. Y las redes de captación siguen activas en redes sociales y plataformas de contacto.


Desde Fundación Empodérame exigimos:


1.    Que la Cancillería active mecanismos de protección en países de alto riesgo como Egipto, Dubái, Turquía y España.


2.    Que el Ministerio de Defensa e Interior investigue las redes locales de captación, incluidas aquellas que se camuflan como agencias de modelaje o de “acompañamiento”.


3.    Que se reconozca públicamente que estamos ante una epidemia silenciosa de trata de mujeres colombianas en el extranjero.


Por las que no volvieron, y por las que aún podemos acompañar.


Ivonne no volvió con vida. Maria está viva, pero rota. Carolina y Teresa regresaron con el alma hecha trizas.

¿Cuántas más deben caer para que el Estado actúe?


Desde Fundación Empodérame, seguiremos documentando, acompañando y denunciando. Porque creemos que cada mujer explotada es una bandera de lucha, y cada mujer sobreviviente merece justicia, reparación y libertad.


*Nombres cambiados por seguridad de las víctimas.


 
 
 

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