“La chica a la que no supiste amar”: literatura negra contra la trata de mujeres
- Prensa Empoderame
- hace 21 horas
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En el marco del curso de verano “La esclavitud del siglo XXI”, organizado por la Universidad Francisco de Vitoria en Palencia este junio de 2025, la directora de la Fundación Empodérame, Claudia Quintero Rolón, sostuvo una conversación con la periodista y escritora española Marta Robles Gutiérrez, reconocida por su compromiso narrativo con temas de violencia estructural y trata de personas.
Robles participó como ponente en la mesa redonda “La trata de personas en España”, compartida con el comisario José Nieto Barroso, jefe de la UCRIF (Unidad Central contra las Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales). En este espacio, abordó el fenómeno de la trata desde una perspectiva amplia: no solo como un crimen organizado, sino como una forma de esclavitud moderna sostenida por múltiples complicidades sociales.
La novela como denuncia: La chica a la que no supiste amar
Durante el encuentro, se conversó especialmente sobre la novela La chica a la que no supiste amar, obra de Robles que narra la historia de Blessing, una joven nigeriana víctima de trata, captada en su país de origen, sometida a rituales de vudú, endeudada y explotada sexualmente en España. Tras ser diagnosticada con cáncer de mama, es descartada por la red proxeneta como “mercancía estropeada”, reflejando con crudeza la lógica de consumo que rige el mercado de cuerpos de mujeres racializadas.
En palabras de la autora, la novela está escrita “con tripas y corazón”, resultado de años de investigación periodística y sensibilidad social. Robles utiliza el género de la novela negra no solo para entretener, sino para interpelar: denunciar el sistema criminal que sostiene la trata y visibilizar los rostros y dolores de las mujeres explotadas.
Una red de complicidades: abogados, banqueros, medios y clientes
La obra no se detiene en la víctima: denuncia la estructura de poder que sostiene la trata. En ella aparecen abogados que asesoran a proxenetas, banqueros que blanquean ganancias, periodistas que justifican el “negocio” y hombres —cada vez más jóvenes— que consumen prostitución sin reconocer su papel como sostenedores de esta violencia.
El detective Tony Roures, protagonista de la trilogía de Marta Robles, actúa en esta entrega como un personaje en proceso de autocrítica: se confiesa antiguo consumidor de prostitución, y desde su mirada, la autora invita a los hombres lectores a examinar su propia responsabilidad.
Fundación Empodérame: literatura al servicio de los derechos humanos
Desde Fundación Empodérame, se valoró esta conversación como una oportunidad para estrechar vínculos entre el arte, la comunicación y la lucha contra la explotación. Claudia Quintero, psicóloga y defensora de derechos humanos, destacó que obras como la de Robles son herramientas pedagógicas potentes para procesos de sensibilización con equipos psicosociales, estudiantes, funcionarios públicos y colectivos de hombres.
La literatura, cuando nace desde la investigación y la empatía, puede conmover donde las cifras no alcanzan. Puede nombrar a quienes han sido reducidas al silencio. Y puede contribuir a que más personas reconozcan que la trata no ocurre en los márgenes, sino en el centro de una sociedad que aún naturaliza la explotación sexual.
Fundación Empodérame seguirá difundiendo y recomendando esta obra como parte de sus espacios de formación, reflexión colectiva y trabajo con mujeres sobrevivientes.
“Las palabras, cuando nacen del coraje, también salvan”, fue una de las frases compartidas al cierre del encuentro. Una certeza que se renueva cada vez que una historia bien contada devuelve dignidad a quienes se intentó borrar.
El encuentro entre Marta Robles y la directora de Fundación Empodérame fue también un espacio de intercambio de experiencias, articulación internacional y apoyo solidario entre mujeres comprometidas con la erradicación de la trata. Más allá del diálogo literario, se tejió una alianza simbólica entre dos formas de resistencia: la palabra y el acompañamiento directo a las víctimas. Este tipo de espacios fortalecen la construcción de redes que trascienden fronteras y reafirman que la lucha contra la explotación sexual es, ante todo, una causa compartida.
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