El tribunal de las redes sociales y el precio emocional del escrache
- Prensa Empoderame
- hace 4 días
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Hay situaciones profundamente injustas: relaciones marcadas por la manipulación emocional, abusos de poder —económicos, sentimentales, simbólicos— que, aunque no siempre configuren un delito penal, sí dejan heridas psíquicas reales.
El caso reciente de Ivet Playá, exfan de Alejandro Sanz, es un ejemplo de esto. Ella denuncia una relación desigual que comenzó cuando tenía 18 años y él 49. Relata sentirse humillada, rota, usada. Y decide hacerlo público, no por capricho, sino por necesidad de justicia emocional.
Y aquí aparece lo que podríamos llamar el “tribunal de las redes sociales”. se ha convertido en plataforma de denuncia y visibilización. El escrache o denuncia pública es legítimo. Es un derecho. Pero el precio que se paga por ejercerlo puede ser muy alto.
Las redes no tienen filtros ni tiempos terapéuticos. No hay debido proceso ni garantía de reparación. Cuando alguien herida lanza su historia al vacío digital, lo que busca es reconocimiento, empatía, sentido. Pero puede encontrar rechazo, burlas, revictimización o incluso que se dude de su relato.
Desde la psicología, sabemos que contar lo vivido puede ser sanador, sí. Pero si esa historia se expone sin una red emocional, sin preparación o sin contención, puede ser más una reactivación del trauma que una liberación.
Las relaciones marcadas por la asimetría de poder —como una joven fan con una figura famosa— suelen estar atravesadas por manipulación emocional, idealización, dependencia. Y el consentimiento, aunque legal, no siempre es ético ni emocionalmente libre.
Por eso, antes de una denuncia pública es importante hacerse algunas preguntas:
• ¿Estoy lista para lo que puede venir después?
• ¿Tengo apoyo psicológico, legal, afectivo?
• ¿Estoy denunciando para castigar o para reparar?
Hablar es necesario, pero no todo debe ser contado a todos, ni de cualquier forma. A veces, el primer paso no es exponer, sino sanar. Trabajarlo en terapia. Revisar si hay algo ilegal en el daño recibido. Asesorarse con organizaciones feministas. Y luego sí, decidir cómo y con quién contarlo.
El escrache es un derecho, pero también es una decisión que merece cuidado, dignidad y acompañamiento. Porque no estamos hechas para cargar solas con lo que nos rompió. Y sanar también es elegir el momento, el canal y la red que sostenga, no que vuelva a herir.
Reitero, respeto profundamente a las mujeres valientes que deciden hacer denuncias públicas, pero como psicóloga mi misión es priorizar el bienestar emocional y la salud mental de las personas.
Es una decisión que tiene un precio altísimo y podría dañar más incluso que el mismo hecho que nos dolió.
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