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"Compradores de sexo saben que las mujeres que ejercen la prostitución no son libres"


“El feminismo es la lucha contra un sistema, contra el patriarcado. Esta lucha siempre ha provocado protestas. El hecho de que no se produzcan protestas en el caso de la legalización del proxenetismo y la compra de sexo debería dar que pensar”.

El debate sobre la cuestión de la prostitución y su regulación está teniendo lugar actualmente en muchos Estados miembros y en todo el mundo. Los Reglamentos, que difieren de un Estado miembro a otro, dan lugar a realidades e impactos diversos para las personas que ejercen la prostitución, que resultan decepcionantes y no les hacen justicia ni a ellas ni a sus situaciones particulares.

Este tema, que en principio solo afecta de forma directa a unas pocas personas de la sociedad, se aborda desde un punto de vista emocional, en ocasiones de forma despiadada. Teniendo en cuenta que la prostitución, su explotación y la trata con fines de explotación sexual son fenómenos crecientes, específicos de género y de alcance mundial que afectan a las personas más discriminadas de nuestras sociedades, tenemos que asegurarnos de que los derechos de las mujeres sean la cuestión en torno a la que gire este debate. Además, debemos reconocer un hecho: son las mujeres y niñas más vulnerables de la sociedad las que ejercen la prostitución, en todo el mundo. Por otra parte, se sabe que las personas más marginadas no se encuentran en esa situación por una decisión verdaderamente libre, sino a menudo por una amarga falta de alternativas en una sociedad capitalista y patriarcal. La aparente normalización de la prostitución que se realiza en muchos Estados miembros enmascara la realidad de la coacción, la manipulación, la violencia y la explotación. Oculta el hecho de que la falta de habilidades lingüísticas, las situaciones precarias, la pobreza y la exclusión social sirven para introducir a las mujeres en la prostitución con el fin de garantizar el acceso de los hombres al cuerpo de estas. Un nuevo estudio en el que se pregunta a los clientes de prostitutas en Alemania ha revelado que la mayoría de los compradores de sexo saben que las mujeres que ejercen la prostitución no son libres ni están en esa situación de forma voluntaria. Es más, demuestra que lo aceptan, que prefieren hacer la vista gorda ante su situación o que incluso les proporciona una sensación adicional de poder.

La prostitución es una forma de violencia y, al mismo tiempo, causa y consecuencia de la desigualdad de género. Su carácter específico en cuanto al género refleja las relaciones de poder predominantes en nuestra sociedad. La prostitución reproduce y perpetúa los estereotipos sobre las mujeres y los hombres. Esto incluye claramente la visión de que los cuerpos de las mujeres y las niñas deben estar a la venta para satisfacer la demanda masculina de sexo, y la visión de que los hombres deben y tienen derecho a vivir su sexualidad con otra persona. Esto también tiene un impacto evidente en la igualdad de género y en el avance de los derechos de la mujer.

La prostitución también tiene implicaciones transfronterizas para las mujeres, sus derechos y la igualdad de género, y por ello debe abordarse de forma colectiva, en el plano europeo, para garantizar que todas las mujeres, sean de donde sean, cuenten con los mismos derechos y protección. Porque las cifras demuestran que las mujeres que ejercen la prostitución están cada vez más expuestas a la violencia y la explotación. Su situación sanitaria es especialmente precaria en comparación con la del resto de la población. La estigmatización que sufren, y que persiste tanto si se legaliza la prostitución como si no, también contribuye a ello. Solo se desestigmatiza la parte de la compra, así como el beneficio obtenido por la prostitución de otra persona. Sin embargo, las personas que ejercen la prostitución siguen estando marginadas y estigmatizadas. Además, se obstaculiza el acceso a sus derechos fundamentales.

También existe una serie de vínculos entre la prostitución y la delincuencia organizada, como la trata de personas, el tráfico de drogas, etc. Se sabe que en los países donde el proxenetismo y la compra de sexo están despenalizados y que cuentan con la infraestructura jurídica asociada, se facilita y fomenta la trata de mujeres y menores vulnerables destinada a la explotación sexual.

Se necesita un enfoque global europeo para que la demanda y el mercado de la prostitución no se trasladen sin más al siguiente Estado miembro y para que los derechos de las mujeres puedan estar salvaguardados en cualquier país y todas las mujeres puedan estar protegidas frente a la explotación.

La criminalización de las personas que ejercen la prostitución no puede ser una solución. Esta opción solamente se traduce en ausencia de seguridad jurídica, con la amenaza constante de la persecución policial y judicial, una mayor vulnerabilidad y estigmatización, y efectos negativos sobre la salud y la seguridad, así como la consiguiente dificultad a la hora de ponerse en contacto con los servicios de apoyo y la falta de acceso a los derechos básicos para las personas que ejercen la prostitución. Por todo ello, ya es hora de que los Estados miembros tomen medidas en los ámbitos de la prevención, la despenalización de las personas que ejercen la prostitución, a la vez que apoyan estrategias de salida y programas de reinserción, la desestigmatización y la reducción de los estereotipos, sin que les tiemble la mano a la hora de castigar a los clientes. Porque, en última instancia, es la demanda lo que sostiene la explotación que se manifiesta a través de la prostitución. La demanda hace que el comercio de mujeres sea atractivo. La demanda se aprovecha de las vulnerabilidades y la falta de alternativas. Y la demanda legitima un sistema de desigualdad y explotación en el que las mujeres y los niños son las principales víctimas.

El feminismo es la lucha contra un sistema, contra el patriarcado. Esta lucha siempre ha provocado protestas. El hecho de que no se produzcan protestas en el caso de la legalización del proxenetismo y la compra de sexo debería dar que pensar.

OPINIÓN MINORITARIA

Los términos utilizados en el presente informe, a saber, «prostitución», «mujeres que ejercen la prostitución», denotan juicios de valor, contienen connotaciones de criminalidad e inmoralidad, y estigmatizan a una comunidad marginada; las personas que venden servicios sexuales prefieren el término «trabajadores del sexo» porque el uso de «prostituta» contribuye a su exclusión de la sociedad, también en lo que atañe al acceso a servicios sanitarios, jurídicos y sociales;

Consideramos que la criminalización de cualquier aspecto del trabajo sexual compromete a menudo la seguridad de las personas que venden servicios sexuales, lo que les lleva a trabajar de manera encubierta y les impide organizar y abordar eficazmente la explotación en la industria del sexo.

La legislación sobre el trabajo sexual debe desarrollarse con un enfoque basado en los derechos humanos. Instamos a la Comisión y a los Estados miembros a que desarrollen medidas y estrategias para reconocer y proteger a los trabajadores del sexo, abordando la discriminación a la que se enfrentan y garantizando su consulta e inclusión en todas las conversaciones en torno a las políticas que afectan a sus vidas.

Los estereotipos de género profundamente arraigados relacionados con la sexualidad y la moralidad de las mujeres contribuyen aún más a la estigmatización y la discriminación de los trabajadores del sexo, sobre la base de su presunta transgresión de las normas sociales y sexuales de género. Lejos de contribuir a la lucha por la igualdad de género, el presente informe omite las voces de personas, especialmente mujeres, que llevan años luchando por que se las escuche.


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