Según datos recientes presentados por el concejal Armando Gutiérrez y la Secretaría Distrital de la Mujer, el 73,4% de las personas en situación de prostitución en Bogotá son jóvenes entre los 18 y 35 años, y la mayoría pertenecen a los estratos más bajos (1 y 2). Estas personas, que enfrentan condiciones socioeconómicas extremadamente precarias, en su mayoría viven en arriendo (91,5%) y se ven obligadas a recurrir a la prostitución como una forma de subsistencia ante la falta de oportunidades económicas.
El informe destaca que las motivaciones para involucrarse en la prostitución varían según el grupo de edad: los más jóvenes lo hacen buscando una rápida retribución económica, mientras que las personas mayores recurren a esta actividad debido a la imposibilidad de generar ingresos de otra forma. Sin embargo, lo que estos datos muestran claramente es que, lejos de ser una "elección libre", la prostitución es una respuesta desesperada a la pobreza, la falta de acceso a educación y las oportunidades limitadas, perpetuando la desigualdad de género.
Más alarmante aún es la alta tasa de violencia que enfrentan las personas en esta situación. Según el mismo informe, el 57,1% de estas personas se siente insegura, y el 42% ha experimentado algún tipo de violencia, ya sea verbal, física o psicológica. Además, el abuso policial y la violencia por parte de clientes se destacan como formas recurrentes de agresión. Estos datos no solo subrayan la extrema vulnerabilidad de esta población, sino que evidencian que la prostitución en sí misma perpetúa un ciclo de violencia, explotación y abuso.
Un enfoque de equidad: desincentivar la demanda y ofrecer oportunidades
Desde la Fundación Empodérame, nos unimos al llamado de visibilizar la situación de las mujeres en situación de prostitución en Bogotá, pero proponemos un enfoque de equidad que va más allá de eliminar el estigma asociado a esta actividad. Creemos firmemente que la solución no radica en legitimar la prostitución como "trabajo", sino en erradicar las condiciones que la perpetúan. Esto solo será posible si se desincentiva la demanda de servicios sexuales y, al mismo tiempo, se ofrecen oportunidades económicas reales y dignas para estas mujeres.
Es fundamental entender que la violencia y el abuso no son simplemente consecuencias del estigma, sino que están intrínsecamente ligados a la naturaleza de la prostitución misma, que convierte a las personas en objetos de consumo. Legalizar o normalizar esta actividad no eliminará la explotación, sino que la institucionalizará. En lugar de esto, es necesario redirigir nuestros esfuerzos hacia políticas públicas que garanticen acceso a educación, empleo y formación profesional, brindando a las mujeres caminos alternativos para salir del ciclo de pobreza y explotación.
La explotación sexual y el riesgo de trata de personas
El informe también pone de manifiesto el inminente peligro de la explotación sexual, especialmente entre los menores de edad, quienes son vulnerables a ser cooptados por redes de trata de personas en entornos donde predominan actividades ilícitas como el microtráfico. Las deficiencias institucionales y la falta de capacidad de respuesta por parte de las autoridades locales han exacerbado este problema. Desde la Fundación Empodérame, reiteramos la necesidad urgente de reforzar las medidas de protección y lucha contra la explotación sexual, así como de implementar programas de prevención que desincentiven la demanda de servicios sexuales.
Agradecemos al Concejal Armando Gutiérrez por poner en la agenda pública la urgencia de abordar esta problemática. No obstante, desde nuestra perspectiva, creemos que el foco debe centrarse en atacar las raíces estructurales de la prostitución y no en intentar eliminar el estigma social asociado a ella. La verdadera solución pasa por desincentivar la demanda de servicios sexuales y garantizar que las mujeres tengan acceso a oportunidades laborales dignas que les permitan vivir una vida libre de explotación y violencia.
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Contacto: Fundación Empodérame
Claudia Quintero, Representante Legal
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