Suponiendo que considero la prostitución como "un trabajo más, igual que cualquier otro", de esos que no necesitan ningún tipo de formación para ser ejercidos, y en el que, en vez de usar la fuerza de trabajo como mano de obra, se usase la "fuerza sexual". ¡Perfecto!
Sería pues un trabajo donde tu valor como empleada no dependería tanto de tus capacidades y productividad laborales como de aspectos puramente superficiales como la juventud, la belleza, el aspecto físico, el color de la piel, la posición social, etc.
Porque es innegable que no cuesta lo mismo acceder al sexo de una chica joven, atractiva y privilegiada que al de una mujer de avanzada edad, poco atractiva y desmejorada. Es más, para compensar su falta de atractivo y juventud, la señora mayor, tendrá que ofrecer servicios que la prostituta joven, bonita y empoderada se niegue a dar, por considerarlos machistas, vejatorios o incluso peligrosos. Y ni por asomo se acercará a sus tarifas.

No tiene el mismo precio acceder a una señorita blanca autóctona universitaria que a una inmigrante africana dispuesta a lo que haga falta (incluidos sodomía, bukake y SIDA) por alimentar a su familia.
Sería pues un trabajo clasista, basado en una total injusticia y desigualdad, donde las trabajadoras que más sufren, que más servicios dan, que más arriesgan, que más horas hacen, que más peligro corren cobran infinitamente menos que aquellas otras trabajadoras que dan servicios muy puntuales, cómodos, imponiendo límites, seleccionando el tipo de clientes que les interesan, en un entorno seguro e incluso placentero.
¡No me parece nada feminista!
Claudia Yurley Quintero Rolón
Mujer Cafam 2022